sábado, 7 de marzo de 2009

Capítulo 1.1

Despertarse a las 5.00 am puede llegar a ser molesto para muchos pero a mi me gustaba bastante . Ver que aún era de noche siendo que mi vieja decía que eran las 5:00 de la "mañana" era contradictorio pero aún así mágico. No me explico bien por qué pero cosas así representaban la entrada al mundo extraño de "los grandes", donde todo se ve diferente, se dice diferente y se oye diferente a la forma en que uno como niño percibe su entorno. Una vez, mirando la señal de ajuste de la tele y escuchando la música que pasaban (sí, así es, a veces me distraía viendo esa señal y esperando a que el próximo minuto se agregara a la hora del momento), le pregunté a mi vieja ¿má, qué es esta música que nunca nadie canta? "Eso es música moderna" respondió, y claro uno cuando tiene tres años y pico razona de la misma manera en la que hace las preguntas, de forma simple y sin vueltas; nada de dobles sentidos ni esperar a que te digan una cosa por otra, simplemente "damos puntadas sin hilos". De ahí que cada vez que yo escuchara cualquier tipo de música instrumental, ah!! eso era Música Moderna. Si algún día tienen hijos y les preguntan lo mismo, no tengan miedo de decir "Instrumental" aunque luego tengan que explicar el por qué de su nombre.
Recuerdo la voz del locutor saliendo de la radio del viejo grabador National que teníamos; Radio AM Continental!, un gran protagonista de nuestras madrugadas. Ni idea de lo que decía, pero la palabra CONTINENTAL! aún retumba en mi cabeza cuando pienso en madrugar. El desayuno se tomaba rapidito y luego a la parada del colectivo para comenzar el día.
La calle en la que vivíamos era de tierra, de hecho todas las calles de ese barrio lo eran. En la casa anterior de Villa Celina había asfalto pero ahora estabamos en Lugano, cerca pero del otro lado de la General Paz. Habían sanjas a los costados de la calle y me daban mucho miedo, me aterraba la posibilidad de caer en alguna y que me tragara la tierra. Acercándose a la esquina se veía una edificación fabril cuya pared tenía una especie de zócalo que sobresalía a la altura de un metro o más. Sobre el zócalo había siempre apoyada una botella de lavandina sin marcas, simplemente toda amarilla y raída ¿Por qué esto me llamaba la atención? Vaya uno a saber . La cosa es que siempre que salíamos, yo no dejaba de mirar esa botella que al parecer representaba un objeto simbólico de mi barrio pero no, ese no era "mi barrio", esa historia todavía no nacía.
Los viajes en colectivo resultaban entretenidos pues ya había superado la etapa de vomitar sobre el hombro de mi vieja por el mareo que me causaban. La pobre no sabía como solucionarlo hasta que un día se le ocurrió preguntarle al Sr. colectivero si su hijito podía viajar en el aciento extra que estaba a su lado. Paso a explicarles, hace mucho mucho tiempo los colectivos no tenían maquinitas para monedas o tarjetas ni nada que no fuera otro señor cuya función era venderte el boleto; éste señor se sentaba al lado del chofer del colectivo en otro asiento localizado a su derecha pues claro, la función del chofer es sólo manejar el colectivo, o no?
Con el paso del tiempo parece que a alguien se le ocurrió la idea de que el chofer fuera el mismo que vendiera los boletos, abriera y cerrara las puertas y a su vez manejara el "cuatrimotor". Nuevamente como niño uno piensa "esto no tiene sentido", pero si pensamos en CONTINENTAL! nos avivamos que estamos en el mundo de los grandes donde todo todo es muy distinto.
En fin, el asunto es que el famoso asciento que era usado por el vendedor de boletos quien no iba a ser precisado nunca más, quedaba libre y nadie jamás viajaba en él; con excepción claro de quien escribe esta historia. Yo, era el privilegiado niño "hincha" al que tenían que mimar de alguna manera extravagante, siempre.
Volviendo al hilo de mi relato, viajando como co-piloto de colectivero un día nos dirijimos tempranito hacia mi primer día de Jardín Maternal.
Del lugar poco retengo, pero ese primer día quedó en la memoria en el preciso momento en que nos trajeron un objeto llamado Plastilina. A mi madre no se le había ocurido nunca hacerme jugar con tal creativo invento, así pues al no tener idea de lo que me estaban dando hice lo que cualquier niño hace con los objetos desconocidos; tomé la plastilina, abrí su envoltorio y la confundí por alimento. Ver a un compañerito masticándose una potencial pieza de arte y poniendo cara de azco fue claramente objeto risas y carcajadas para todos. La primera humillación en público puede ser mortal para uno, pero lo resistí en medio del llanto y la desesperación por despegarme la masa del paladar.
Una de las cosas que me vienen a la mente es el olor de la planta de albahaca que había en el parque de la institución; cada vez que corríamos jungado al rededor del edificio alguien se chocaba con la misma y hacía que su aroma nos infestara a todos. Cuando cocino y siento ese olor, no puedo evitar viajar en el tiempo y espacio hasta el viejo jardín.
Ojo, también estaba ella, no me acuerdo de su nombre pero sí de su rostro malicioso que salpicaba veneno por donde fuera. Decir mala es poco, ella era malísima, muy pero muy pero muy pero muy malisisisisima, y yo no dejaba de ser uno de sus objetos de tortura.
La Niña, así la llamaré, en cuya agenda diaria no faltaba el momento de acercarse a mi persona, adoraba mirarme con ojos de fuego y gritarme que me fuera "al fondo"; por alguna razón yo temblaba de miedo y obedecía sin pensar, corría hasta el fondo del pasillo hacia un lugar oscuro en el que se encontraba una mesa de madera pintada de color amarillo, me subía en ella y lloraba desconsoladamente hasta que la señorita viniera a rescatarme. No por mucho tiempo se mantuvo esta malvada costumbre, tenía que acabar algún día.

Continuará.

5 comentarios:

  1. Palabras mágicas e inevitablemente transportadoras.

    Te quiero, un poquito más que al queso finlandia.

    ResponderBorrar
  2. Finalmente, llegué. Y te aseguro que para quedarme.

    ResponderBorrar
  3. Eh gracias a todos!!! En cuanto resuelva qué voy a hacer con (El auto, la hipoteca que aún no tengo, mi perro mi gato, mi hija mi chica mi banda y mi ....nada...mejor reformulo...mientras disfruto de mi vida...en breve un nuevo capítulo.

    ResponderBorrar